Puede parecer dificil describir Nueva York con unos simples versos. Pero Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) lo consigue en este poema dedicado a la capital del mundo...
Una ciudad con dos ríos,
chinos, negros y judíos
con idénticos anhelos.
Y millones de habitantes,
pequeños como guisantes
vistos desde un rascacielos.
En invierno, un cruel frío
que hace llorar. En estío,
un calor abrasador
que mata al gobernador
(que es siempre un señor
con lentes)
y a los doce o trece agentes
que lleva a su alrededor.
Soledad entre las gentes.
Comerciantes y clientes.
Un templo junto a un teatro.
Veintitrés o veinticuatro
religiones diferentes.
Agitación. Disparate.
Un anuncio en cada esquina.
Jazz-band. Jugo de tomate.
Chicle. Whisky. Gasolina.
Circuncisión. Periodismo:
diez ediciones diarias,
que anuncian noticias varias
y todas dicen lo mismo.
Parques con una caterva
de amantes sobre la hierba
entre mil ardillas vivas.
Oficinas sin tinteros:
con kalamazoos, ficheros,
con nueve timbres por mesa
y con patronos groseros
con caras de aves de presa.
Espectáculos por horas
Sandwichs de pollo y pepino.
Ruido de remachadoras.
Magos y adivinadoras
de la suerte y del destino.
Hombres de un solo perfil,
con la nariz infantil
y los corazones viejos;
y el cielo pilla tan lejos
que nadie mira a lo alto.
Radio. Brigadas de asalto.
Sed. Coca-Cola. Sudor.
Cemento. Acero. Basalto.
Limpiabotas de color.
Garajes con ascensor.
Prisa. Bolsa. Sobresalto.
Y dólares. Y dolor;
un infinito dolor
corriendo por el asfalto
entre un Chevrolet y un Ford.
Suciedad junto a limpieza.
Miseria junto a riqueza.
Junto al lujo mal olor.
Dicho y no va más, señor.
chinos, negros y judíos
con idénticos anhelos.
Y millones de habitantes,
pequeños como guisantes
vistos desde un rascacielos.
En invierno, un cruel frío
que hace llorar. En estío,
un calor abrasador
que mata al gobernador
(que es siempre un señor
con lentes)
y a los doce o trece agentes
que lleva a su alrededor.
Soledad entre las gentes.
Comerciantes y clientes.
Un templo junto a un teatro.
Veintitrés o veinticuatro
religiones diferentes.
Agitación. Disparate.
Un anuncio en cada esquina.
Jazz-band. Jugo de tomate.
Chicle. Whisky. Gasolina.
Circuncisión. Periodismo:
diez ediciones diarias,
que anuncian noticias varias
y todas dicen lo mismo.
Parques con una caterva
de amantes sobre la hierba
entre mil ardillas vivas.
Oficinas sin tinteros:
con kalamazoos, ficheros,
con nueve timbres por mesa
y con patronos groseros
con caras de aves de presa.
Espectáculos por horas
Sandwichs de pollo y pepino.
Ruido de remachadoras.
Magos y adivinadoras
de la suerte y del destino.
Hombres de un solo perfil,
con la nariz infantil
y los corazones viejos;
y el cielo pilla tan lejos
que nadie mira a lo alto.
Radio. Brigadas de asalto.
Sed. Coca-Cola. Sudor.
Cemento. Acero. Basalto.
Limpiabotas de color.
Garajes con ascensor.
Prisa. Bolsa. Sobresalto.
Y dólares. Y dolor;
un infinito dolor
corriendo por el asfalto
entre un Chevrolet y un Ford.
Suciedad junto a limpieza.
Miseria junto a riqueza.
Junto al lujo mal olor.
Dicho y no va más, señor.
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