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Sin ánimo de “robarle” el título a Juan José Millas en la novela del mismo nombre, sólo lo tomo prestado para este breve relato sobre el viaje que hicimos Beatriz y yo a esta ciudad privilegiada circundada por el río Moldava.
Cuando preparas el viaje piensas que ya está todo dicho sobre esta capital de la República Checa, todo escrito sobre ella, y que el índice de sorpresa será mínimo a la hora de abordarla. Nada más lejos de la realidad. Con diferentes ojos, los unos juveniles y absorbentes, los otros mas acostumbrados a la vida y al viaje, disfrutamos al máximo de todo lo que la ciudad nos ofrecía.
Integrada ya en el espacio europeo, todavía la República Checa sigue conservando su moneda “la corona”, que con gran pesar van a tener que abandonar alrededor del año 2.010, en su integración total a la comunidad europea. No observamos muy contentos a los ciudadanos checos con esta medida sino más bien al contrario, sus razones tendrán.
PRAGA realmente merece la fama que tiene. Su arquitectura es admirable, así como la forma en que se ha sabido conservar. El Modernismo, llamado Art Nouveau o Art Decó de principios de siglo, domina parte de las calles, unido al Barroco y al Renacentista. Todas las fachadas son hermosas, con sus suaves tonos pastel: azules, malvas, lilas, amarillos, cobres, salmón, verdes suaves, rosas pálidos…deleitan nuestros sentidos, con sus artesonados en balcón, sus figurillas colgantes de cualquier cornisa o balcón, una maravilla! Toda Praga es un deleite!
Lo mejor de la ciudad es “callejear”, dejarse llevar por ella sin demasiado orden ni planificación. Sorprenderse en cada calle, casa, rincón o esquina. Y así lo hicimos.
El primer día nos dedicamos a recorrer el distrito 1, “Praha 1”, llamado Staré Mesto, que viene a comprender la Ciudad Vieja y el antiguo barrio judío “Josefov”, reducido hoy al Ayuntamiento judío, y a las seis sinagogas que han perdurado en el tiempo. Una de ellas sigue abierta al culto, las otras forman parte de un museo junto con el antiguo cementerio judío.
La Starometske namestí, plaza de la Ciudad Vieja, no tiene desperdicio. El famoso reloj astronómico “El Orloj” colocado en la torre del ayuntamiento de la Ciudad Vieja se sitúa en un lado de la misma, rodeado siempre de un gentío que espera pacientemente a que, a las horas exactas, salgan desfilando las figuras de los doce apóstoles por las dos ventanas vidriadas situadas encima de las esferas doradas del reloj. Al otro lado, el templo de la madre de Dios de Tyn se levanta orgulloso con sus torres. San Nicolás ocupa el otro extremo, y toda la plaza está repleta de Palacios, Casas con “historia”, coquetos restaurantes y alegres veladores.
Como estábamos en Pascua, un mercadillo de puestos artesanales nos ofrecía la posibilidad de degustar productos típicos, tanto dulces (rollitos amasados ante nuestros ojos) como apetitosas y sabrosas salchichas. También variada artesanía en madera y porcelana, joyas de oro y plata engarzadas con piedras de ámbar y con bellos granates, y lo mas característico: cientos de huevos de distintos tamaños colgando de cintas de colores, decorados con mil tonos y formas que alegraban todavía más la plaza.
Visitamos el barrio judío, donde la única sinagoga abierta al público es la sinagoga Viena-Nueva, del siglo XIII la más antigua de Praga edificada sobre las piedras de un antiguo templo judío todavía de mayor antigüedad. Destaca la sencillez, tanto en su fachada exterior como en el interior, como un atrio central soportado por dos columnas, y un enrejado del S. XV. Su techo está formado por arcos de bóveda, y alrededor, adosados a la pared, se sitúan los asientos de madera cada uno con su atril donde se depositan los libros de las oraciones.
Las demás sinagogas (Española, Maisel, Pinkas, Klausen…), forman junto al Cementerio Judío y a la Sala de las Ceremonias adosada a éste, lo que constituye el actual Museo Judío de Praga, que contiene más de 40.000 objetos ornamentales y de uso cotidiano de este pueblo judío, así como 4.500 dibujos de los niños del campo de concentración de Terezín durante la Segunda Guerra Mundial y otros testimonios. Doce mil tumbas colocadas en distintos estratos, según la costumbre, integran el cementerio judío.
Como contraste a esta ciudad antigua, está la Nové Mesto o ciudad nueva, con la Plaza de Wenceslao patrón de Praga como referente. Gran Bulevar de 750 metros, con sus preciosas fachadas y cafés Art. Decó. La Torre de la Pólvora, en la calle lateral Na Pikopé llena de comercios y antiguos edificios de principios de siglo también forma parte de esta nueva ciudad.
El río es protagonista indiscutible en Praga. El Moldava que la atraviesa llega en esta época con gran cantidad de agua, tanta que a veces no se permite a los barcos surcar por ella, para presenciar desde el río la ciudad y sus maravillas. Desde las ventanillas del barco, van pasando: el museo Nacional, La Filarmónica, edificios de la época soviética; al fondo el Castillo y las torres de la Catedral de San Vito que emergen presuntuosas en la noche.
La Magia es lo que nos envuelve en Praga. Magia que queda patente una noche en la representación del Teatro Negro: “Aspectos de Alicia” era la obra. Nuestros ojos, adolescentes y maduros, coinciden, observan el escenario con avidez, se sorprenden y emocionan en cada momento, en cada escena. El escenario es negro, los guantes blancos, las velas del candelabro judío se encienden. Yodo cobra vida, con gestos, luces, imagen, cine y música. No hay palabras, no hacen falta. Esta noche hemos vivido intensamente.
El segundo día cruzamos el río y nos dispusimos a visitar en primer lugar el recinto del Castillo, que es toda una ciudad dentro de otra. Forman parte de él: el Palacio Real, la Catedral de San Vito, el Callejón del Oro, la iglesia de San Jorge, la Torre de la Pólvora entre otros edificios.
Destacaba en el conjunto la Catedral de estilo gótico, preciosa, símbolo espiritual de la Nación. Con sus esbeltas y afiladas torres dirigidas hacia el cielo, y su gran torre por la que ascendimos con sus 287 escalones para divisar desde arriba preciosas vistas de la ciudad. También el Callejón del Oro nos hizo transportarnos a la época en que pequeños artesanos, orfebres y alquimistas trabajaban en sus talleres con la madera, el oro y la plata, traídos a Palacio por el Emperador viviendo vidas sencillas dentro del entorno sin conocer más allá de sus muros.
Bajando del Castillo por numerosas escalinatas pobladas de artesanos, se encuentra el barrio de Mala Strana o pequeño barrio, y también la Isla de Kampa con su singularidad a la que se accede desde el puente de Carlos.
Mala Strana sorprende nuevamente. Maravillosas casas la pueblan, la del león, la de los tres violines, la del cangrejo… pequeñas tabernas albergan restaurantes acogedores y cálidos, que en una mañana lluviosa te ofrecen una sopa de onion exquisita, para después obsequiarte con un goulash en salsa. Y así coger fuerzas para proseguir el paseo: San Nicolás, iglesia barroca en la plaza del mercado, La Virgen de Loreto en lo alto, La Virgen con el niño Jesús de Praga….
Atravesamos el famoso puente de Carlos con sus guardianes del río, estatuas situadas a lo largo de él que guían el camino y lo protegen. San Juan de Nepomuceno es uno de ellos. Cuenta la leyenda, que siendo confesor de la reina fue sometido a interrogatorio por el Rey acerca de las confesiones de aquélla y de sus secretos. Al no obtener respuesta fue arrojado al río por el puente Carlos. Su magnífica tumba encargada por el Vaticano, se encuentra en la Catedral de San Vito, toda ella realizada en plata.
Otros caminos, otras calles, nos llevan a lugares como “La bodeguita del medio”, un remanso caribeño en medio de la ciudad aristócrata. También a la casa donde nació el escritor praguense Kafka, autor de La Metamorfosis, El Proceso… a las calles por las que éste paseaba elaborando mentalmente sus escritos, a la ribera derecha del Moldava.
Karlovy Vary fue el colofón de nuestro viaje. Ciudad balneario por excelencia, posee fuentes termales de aguas terapéuticas de aquellas que todo lo curan. Situada a dos horas de Praga, está enmarcada en un paisaje de bosques con numerosas rutas senderistas. Sanatorios y hoteles de lujo forman un paisaje espléndido que adolece quizás de excesivo comercio y artificio. Ni siquiera el bello paisaje y la arquitectura que puebla bellamente sus calles, me hacen sustraerme a ello.
Pero queda la Magia, la magia de Praga, la magia del viaje siempre eterna.
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