Nuestros amigos Pilar Navalpotro y Ricardo Lafita han recorrido este verano 6.073 kms. en camión desde Ciudad del Cabo en Sudáfrica hasta las cataratas Victoria en Zimbabwe. Pilar nos lo cuenta en varias Crónicas. Aquí tenéis la primera...
1ª Parte: Ciudad del Cabo(Sudáfrica)
Tras casi 24 h de viaje y tres vuelos desde Madrid, llegamos el 12 de agosto a Ciudad del Cabo en Sudáfrica. En el aeropuerto tomamos un minibús que nos traslada a nuestro Backpacker, el "Carnival Court" en la calle Long Street nº 255, ya reservado por internet desde España.
1ª Parte: Ciudad del Cabo(Sudáfrica)
Tras casi 24 h de viaje y tres vuelos desde Madrid, llegamos el 12 de agosto a Ciudad del Cabo en Sudáfrica. En el aeropuerto tomamos un minibús que nos traslada a nuestro Backpacker, el "Carnival Court" en la calle Long Street nº 255, ya reservado por internet desde España.
Es una calle céntrica, llena de albergues de mochileros, pubs, comercios, pizzerías, y sobre todo de "mucho ambiente" que habríamos de comprobar por las noches, ya que éstas no resultaron demasiado tranquilas ni aptas para el plácido sueño. A pesar de todo, el cansancio propio del viaje nos hace dormir como "lirones", acompasando nuestro sueño con la música de "reagee" que asciende desde la calle.
Long Street es el primer espacio que tomamos de la ciudad. Esta, que es la más antigua del país, fue fundada por los holandeses en el año 1.652, y fue el puerto más importante de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. Es una ciudad pequeña de estilo europeo, que a primera vista nos parece una ciudad residencial; con pocos edificios altos, y un sinfín de edificios coloniales de colores pastel, cuyas ventanas y balcones están adornados con cenefas blancas que semejan " puntillas de merengue". Nuestro backpacker es uno de ellos. Otros son: el Mama África (restaurante con música en vivo, muy recomendable), "La Tortuga Púrpura", "El Ratón y el Gato", Traveller Inn, etc...
El poco transporte público que ofrece la ciudad es una de las cosas que nos llaman mas la atención. Pequeños colectivos o furgonetas, junto con los taxis, son el medio de transporte a utilizar en nuestra visita. Aunque también existen otros colectivos para los trabajadores que viven en las barriadas que circundan Ciudad del Cabo, y que les transportan desde aquellas a la city.
Poco a poco, como casi siempre pasa, la ciudad nos va ganando. Los restos de una larga colonización británica (el volante a la derecha en la conducción es uno de ellos), se hacen notar en ella. El Castillo de Buena Esperanza es otro buen ejemplo. Presenciamos en él el cambio de guardia a las doce horas en punto. Evoco el de Londres, el de Lima...Los mismos gestos, iguales pasos, otros rostros sin embargo.
Long Street es el primer espacio que tomamos de la ciudad. Esta, que es la más antigua del país, fue fundada por los holandeses en el año 1.652, y fue el puerto más importante de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. Es una ciudad pequeña de estilo europeo, que a primera vista nos parece una ciudad residencial; con pocos edificios altos, y un sinfín de edificios coloniales de colores pastel, cuyas ventanas y balcones están adornados con cenefas blancas que semejan " puntillas de merengue". Nuestro backpacker es uno de ellos. Otros son: el Mama África (restaurante con música en vivo, muy recomendable), "La Tortuga Púrpura", "El Ratón y el Gato", Traveller Inn, etc...
El poco transporte público que ofrece la ciudad es una de las cosas que nos llaman mas la atención. Pequeños colectivos o furgonetas, junto con los taxis, son el medio de transporte a utilizar en nuestra visita. Aunque también existen otros colectivos para los trabajadores que viven en las barriadas que circundan Ciudad del Cabo, y que les transportan desde aquellas a la city.
Poco a poco, como casi siempre pasa, la ciudad nos va ganando. Los restos de una larga colonización británica (el volante a la derecha en la conducción es uno de ellos), se hacen notar en ella. El Castillo de Buena Esperanza es otro buen ejemplo. Presenciamos en él el cambio de guardia a las doce horas en punto. Evoco el de Londres, el de Lima...Los mismos gestos, iguales pasos, otros rostros sin embargo.
La modernidad en cambio está presente en el Waterfront, también llamado complejo portuario de Victoria y Alfred, puerto de Ciudad del Cabo con centros comerciales, restaurantes, y sus dos acuarios pertenecientes a los dos océanos ( el Indico y el Atlántico), que se juntan en el Cape Point. Teniendo como telón de fondo la imponente Montaña de la Mesa (Mountain Table), que domina toda la ciudad. A lo alto de esta meseta de 1.000 metros de altura, ascendemos con un funicular que fue instalado en el año 1.997 habiendo sido comprado a Suiza. El billete de ida y vuelta cuesta 115 rand, unos 13 € aproximadamente por persona.
Es un parque natural con numerosa flora y fauna, como los "dassies" unos simpáticos animalillos muy sociables que no les importa dejarse ver, eso sí cuando hace sol, cosa que hoy al estar cubierta la montaña con abundante neblina, no conseguimos que suceda. Este magnífico lugar permite dar bonitos paseos por las diferentes sendas señalizadas, viendo la ciudad a nuestros pies desde lo alto.
Desde allí nos dirigimos al jardín botánico Kirstenbosch, que es el más antiguo y el más grande de Sudáfrica, creado en el año 1.985. Destacan las preciosas Proteas (flor nacional), tanto
rojas como amarillas, así como las Ericas, entre las miles de especies florales que aquí podemos contemplar. También en verano, en este jardín botánico, se realizan distintos conciertos. Otro placer de la ciudad es el de callejear. Así encontramos el edificio del Ayuntamiento, y recordamos que en unos de sus balcones Nelson Mandela, líder sudafricano contra el apartheid, al salir de prisión tras sus veintiocho años de cautiverio dio su primer discurso en libertad ante más de 100.000 personas el 11 de febrero de 1.990. Siendo eco de ello, las pantallas de los televisores de todo el mundo.
Otro edificio singular de la ciudad es el Alojamiento del Esclavo que ha servido de muchos propósitos en sus casi tres siglos de existencia. Primero fue alojamiento para los esclavos de la Compañía Oriental holandesa de la India, además de ser la primera oficina de correos, una biblioteca después y por último el Tribunal Supremo. Hoy es el Museo Cultural de Historia, donde se pueden encontrar piezas de cerámica, de plata, diversos juguetes y textiles de Ciudad del Cabo, además de objetos antiguos de Egipto, Grecia y Roma. Esta ciudad invita a la calma, a pesar de los muchos guardias de seguridad que custodian comercios y bancos. A ello contribuye la existencia de jardines en el centro de la misma, como los Jardines de la Compañía, verdadero oasis dentro de la ciudad. También merece la pena acercarse al Barrio Malayo o Bokaap, situado en las cuestas más bajas de la Colina de la Señal, en el que viven principalmente los descendientes de los esclavos que trajo la Compañía Oriental durante el siglo XVII. Estos levantaron la primera mezquita de nombre Auwal, en 1.797. Las casas que forman este barrio tienen distintas tonalidades pastel (azul, malva, rosa, amarillo....), y parecen una bonita postal. Vemos en sus calles un ambiente diferente, mujeres con el velo puesto que entran y salen de la mezquita, y oímos la llamada a la oración entre sus estrechas calles. Los nuevos edificios en construcción respetan la fisonomía de este barrio que esperamos que perdure.
Más allá de la Table Mountain, Ciudad del Cabo se extiende en una zona de viñedos que abren una ruta del vino nada despreciable, y los pueblos se van sucediendo que parecen sacados de una postal holandesa o de la Riviera mediterránea. Sin embargo, nada es comparable con ir recorriendo el recortado litoral, en busca del Cabo de Buena Esperanza, en la parte más al Suroeste de Sudáfrica. Al llegar aquí, después de haber visitado la Punta del Cabo con su faro en lo alto, sientes algo especial. No es para menos, en este punto mítico del mapa se juntan el océano Atlántico y el Indico. Y es mítico no sólo por las historias de navegantes y la Leyenda del Holandés Errante y su barco fantasma, sino porque no es el verdadero punto mas al sur de Sudáfrica. El verdadero fin del continente africano se llama Cabo de las Agujas y está situado a unos kilómetros mas al Sur. No importa, ello no nos impide disfrutar del momento, de la grandiosidad del oleaje y de este romper estruendoso de las aguas donde rugen los dos
océanos.
En nuestro recorrido por el litoral visitamos también Simon's Town, donde habitan los pequeñísimos pingüinos sudafricanos. Y en el puerto de Houtbay, de intensa actividad pesquera, donde sus habitantes fueron los primeros pescadores probablemente aparecidos ya en la edad de piedra, nos acercamos en una embarcación a ver a las focas del cabo en la Isla de Duiker. La mayoría son machos que están madurando hasta alcanzar el tamaño y la edad necesaria para reproducirse que es entre los 8 y 12 años. Pueden llegar a pesar 350 Kg, frente a las hembras, que suelen alcanzar los 113 Kg.Vemos cientos de ellas, aunque quizás no tantas como 10.000, como advertía la propaganda.
Es un parque natural con numerosa flora y fauna, como los "dassies" unos simpáticos animalillos muy sociables que no les importa dejarse ver, eso sí cuando hace sol, cosa que hoy al estar cubierta la montaña con abundante neblina, no conseguimos que suceda. Este magnífico lugar permite dar bonitos paseos por las diferentes sendas señalizadas, viendo la ciudad a nuestros pies desde lo alto.
Desde allí nos dirigimos al jardín botánico Kirstenbosch, que es el más antiguo y el más grande de Sudáfrica, creado en el año 1.985. Destacan las preciosas Proteas (flor nacional), tanto
rojas como amarillas, así como las Ericas, entre las miles de especies florales que aquí podemos contemplar. También en verano, en este jardín botánico, se realizan distintos conciertos. Otro placer de la ciudad es el de callejear. Así encontramos el edificio del Ayuntamiento, y recordamos que en unos de sus balcones Nelson Mandela, líder sudafricano contra el apartheid, al salir de prisión tras sus veintiocho años de cautiverio dio su primer discurso en libertad ante más de 100.000 personas el 11 de febrero de 1.990. Siendo eco de ello, las pantallas de los televisores de todo el mundo.
Otro edificio singular de la ciudad es el Alojamiento del Esclavo que ha servido de muchos propósitos en sus casi tres siglos de existencia. Primero fue alojamiento para los esclavos de la Compañía Oriental holandesa de la India, además de ser la primera oficina de correos, una biblioteca después y por último el Tribunal Supremo. Hoy es el Museo Cultural de Historia, donde se pueden encontrar piezas de cerámica, de plata, diversos juguetes y textiles de Ciudad del Cabo, además de objetos antiguos de Egipto, Grecia y Roma. Esta ciudad invita a la calma, a pesar de los muchos guardias de seguridad que custodian comercios y bancos. A ello contribuye la existencia de jardines en el centro de la misma, como los Jardines de la Compañía, verdadero oasis dentro de la ciudad. También merece la pena acercarse al Barrio Malayo o Bokaap, situado en las cuestas más bajas de la Colina de la Señal, en el que viven principalmente los descendientes de los esclavos que trajo la Compañía Oriental durante el siglo XVII. Estos levantaron la primera mezquita de nombre Auwal, en 1.797. Las casas que forman este barrio tienen distintas tonalidades pastel (azul, malva, rosa, amarillo....), y parecen una bonita postal. Vemos en sus calles un ambiente diferente, mujeres con el velo puesto que entran y salen de la mezquita, y oímos la llamada a la oración entre sus estrechas calles. Los nuevos edificios en construcción respetan la fisonomía de este barrio que esperamos que perdure.
Más allá de la Table Mountain, Ciudad del Cabo se extiende en una zona de viñedos que abren una ruta del vino nada despreciable, y los pueblos se van sucediendo que parecen sacados de una postal holandesa o de la Riviera mediterránea. Sin embargo, nada es comparable con ir recorriendo el recortado litoral, en busca del Cabo de Buena Esperanza, en la parte más al Suroeste de Sudáfrica. Al llegar aquí, después de haber visitado la Punta del Cabo con su faro en lo alto, sientes algo especial. No es para menos, en este punto mítico del mapa se juntan el océano Atlántico y el Indico. Y es mítico no sólo por las historias de navegantes y la Leyenda del Holandés Errante y su barco fantasma, sino porque no es el verdadero punto mas al sur de Sudáfrica. El verdadero fin del continente africano se llama Cabo de las Agujas y está situado a unos kilómetros mas al Sur. No importa, ello no nos impide disfrutar del momento, de la grandiosidad del oleaje y de este romper estruendoso de las aguas donde rugen los dos
océanos.
En nuestro recorrido por el litoral visitamos también Simon's Town, donde habitan los pequeñísimos pingüinos sudafricanos. Y en el puerto de Houtbay, de intensa actividad pesquera, donde sus habitantes fueron los primeros pescadores probablemente aparecidos ya en la edad de piedra, nos acercamos en una embarcación a ver a las focas del cabo en la Isla de Duiker. La mayoría son machos que están madurando hasta alcanzar el tamaño y la edad necesaria para reproducirse que es entre los 8 y 12 años. Pueden llegar a pesar 350 Kg, frente a las hembras, que suelen alcanzar los 113 Kg.Vemos cientos de ellas, aunque quizás no tantas como 10.000, como advertía la propaganda.
Dejamos con tristeza Ciudad del Cabo, sin duda la ciudad más cosmopolita de Sudáfrica, donde las influencias europeas, africanas y asiáticas, se aúnan perfectamente.
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