sábado, 12 de julio de 2008

Guinea Ecuatorial

Eva Lahoz nos cuenta su experiencia viajera por Guinea Ecuatorial
Cuando un amigo me ofreció, los últimos días de febrero, un billete barato para llegar a GUINEA ECUATORIAL, el primer impulso fue mirar mi gastado mapa de Africa para situarla. “Antigua Colonia Española“, de 1778 a 1956 y provincia del 1956 al 1968 en que proclamó su independencia. Un país en pleno corazón del continente africano, con lengua y cultura española. Una tentación de paraíso por descubrir.

Situada en Africa Occidental conformando la ensenada de Biafra, entre Camerún y Gabón, bañada y fragmentada en dos, por el Atlántico, sorprende escuchar un castellano perfecto en la profundidad del continente negro. Un destino en Africa no incluido en agencias de viajes, no promocionado, un nombre que no despierta curiosidad. Una cultura y un pueblo cuya historia reseñan en apenas unas líneas y que cuando es actualidad, tristemente lo es po
r su régimen de gobierno y sus consecuencias.
Al intentar conseguir documentación comprobé con sorpresa como la situación política puede mediatizar toda la información que conforma un estado. Internet me ayudó con páginas valiosas, actuales, pero aún así la realidad, como en cualquier país Africano, desborda, hace años cualquier referencia de ayer, y las ideas preconcebidas salen volando, como los eternos mosquitos que te saludan nada más descender del avión, sobre todo, si es el amanecer ó el atardecer.
Aterricé en Malabo, capital del país, situada en la isla de BIOKO (antiguo Fernando Poo) donde ya se adivina la lucha de la selva ecuatorial invadiendo cada palmo de tierra, bordeando las pistar de aterrizaje. Bioko tiene 2.017 Km2, es volcánica, montañosa, oscura, selvática, todo exuberante. Tiene 76 Km ente el Norte y el Sur y 36 Km de anchura media. Su pico más alto con 3.100 m es el BASILÉ, con eternas nubes rodeando, en cuya base se asienta MALABO, la capital con 60.000 Habitantes. Su Bahía, donde se sitúa el puerto, es el cráter sumergido de un volcán, al norte de la isla.
La primera necesidad básica para moverte por el país, es conseguir un permiso, que facilita el Ministerio de Información, Turismo y Cultura, previo pago de entre 3000 y 4000 ptas., que debes llevar contigo, omo salvoconducto, junto a tu pasaporte es IMPRESCINDIBLE jamás lo pierdas ó lo olvides, los controles militares que salpican caminos, carreteras y poblados, siempre te lo pedirán, junto a una propina voluntaria (soborno), que no puedes cuestionar, solo negociar y armarte de una infinita paciencia y dosis de humor frente a algunos desafíos verbales y “posturales”, que debes ignorar, por una razón muy convincente: van armados y disponen de todo el tiempo del mundo, obstáculo insalvable para el viajero, que como yo, lleva cerrado un Billete de Ida y Vuelta y quiere conocer y ver “ todo“.
Puede parecer, por sus dimensiones, que la Isla de Bioko se recorre en una día, nada más lejos de la realidad. Las distancias no se miden en Km sino en horas. Salvo la franja costera que rodea la Capital Malabo y la maltrecha carretera (ahora en obras) que lleva a Luba, pequeña ciudad costera de mas de 1000 habitantes, el resto son caminos con inmensos baches y restos de asfalto. Si quieres conocer y ver la maravillosa zona de MoKa, Ureka y subir al Basilé, consigue un buen todo-terreno y un experto conductor que conozca el lugar. La asociación “Amigos de Doñana”, puede ayudarte y proporcionarte información e infraestructura, tiene sus oficinas en Malabo. Luba es el primer destino desde la capital a 40 Km, la carretera bordea la costa teniendo el mar a nuestra derecha y la selva a nuestra izquierda, inquietante, desbordante. Luba es la ciudad colonial por excelencia, lugar de vacaciones de hacendados, son
dos calles de casas coloniales que hablan del pasado, con playas bonitas, y restaurantes con todo tipo de pescados.
Ir a Moka es otra historia. Las tres horas de camino infernal se compensan con unos de los paisajes más bonitos de África. Bosques densos, completamente vírgenes, cubiertos de musgo, helechos gigantes entrelazados que forman verdaderos túneles sombríos y sobrecogedores a lo largo del camino. El Valle de Moka esta a 1200 m de altura y el poblado, chozas y casas de madera son de estilo Criollo, está en un micro-clima casi mediterráneo. Fresco, cómodo y no hay mosquitos (nada que ver con el intenso bochorno y humedad que te envuelve en Malabo). cTiene grandes praderas de hierba, y ricos suelos para el cultivo de hortalizas. Sorprende ver: tomates, judías, habas, ensaladas... y algunas vacas y caballos. La mezcla del clima con suelos volcánicos hace posible este pequeño milagro. Su ecosistema complejo y rico ofrece otras atracciones para las cuales se necesita una buena preparación física, para dar largas caminatas por la selva, y descubrir sus cuevas, cascadas (tres, con caídas de 250mtos), lagos, como el Loreto y el Biao, rincones únicos en el mundo, por su vegetación y fauna, aves, desde buitres a turacos, gran variedad de monos y serpientes. todo el valle es un centro místico y espiritual para el pueblo bubi (la más castigada de las 5 etnias que coexisten, por el régimen actual), siendo gente amigable y amable. Como centro de salida para estas excursiones: La casa Risuti, estilo caserío vasco, restaurada y utilizada como albergue, a la entrada del pueblo, se ve desafiante y poderosa entre el esplendoroso verdor, una incongruencia en el paisaje junto a las cabañas que conforman el pueblo de Moka.

Allí entablé conversación con un agricultor que estudió tierras y medios de cultivo en las islas canarias para aplicar aquí sus métodos y me descubrió una interesante investigación sobre una plantita que crece salvaje en el interior selvático y tratan de cultivar en terrenos vallados, por sus propiedades curativas en el cáncer, ¡ Ojalá veamos sus efectos positivos algún día próximo!. Me hablaron del poblado de Ureka (150 habitantes) pero ya no pude visitarlo. Para subir a Basilé, se necesitan de 8 a 10 horas desde Moka. Allí desovan las tortugas marinas, enormes y centenarias, y se puede pasear por los cráteres de los antiguos volcanes de la zona, hoy cubiertos de helechos arborescentes. Las playas dicen son como en los sueños: grandes, solitarias, de arena fina y con el agua del mar a temperatura ideal.
Regresé a Malabo con tiempo suficiente para pasear y recrear la vista en un paseo tranquilo por su pasado colonial que estructura y da forma a la ciudad. La catedral gótica, inaugurada en 1916 por una claretiano español, enclavada en una recoleta plaza de estilo muy español, con cerámica, en bancos y arcos (de Talavera), residencial (sí vas, jamás enfoques tu cámara de fotos hacia esa zona, no importa la distancia, ó tendrás muchos problemas). El centro Cultural Español, el puerto, el colorista mercado, el club náutico, (mejor de noche, para cenar o tomar una copa). Muy interesante la biblioteca del centro Cultural Español, custodia de la biblioteca nacional del país. También hay que destacar su centro de artesanía, en talla de madera, el único que vi en todo el país, modesto pero importante, por la labor que desarrolla.
Volar de la isla a la zona continental es un acto de valor y de fe. Me explicaré. Valor para subir a un avioncito repleto de pasajeros, dos adultos con 3 ó 4 niños cada dos asientos, con maletas y cajas debajo de cada uno, gallinas cacareando bajo los pies, tres ó cuatro personas de pié junto al equipaje en la cola, única puerta por donde entramos todos los pasajeros, con “restos” de asientos y cinturones, (algunos no encajaban) y da por pensar que no solo despegará y aterrizará sino que es capaz de sobrevolar el océano con ese peso. Me ayudó enormemente el pensar que no solo el avión esa ruso, sino también el piloto. El vuelo fue perfecto. Aterrizamos en Bata, segunda ciudad del país y primera de la zona continental. La principal diferencia que se nota a la llegada es el color. El continente es más llano, amplios espacios, suelo rojizo, menos zonas frondosas . Bata es más tranquila, tiene vestigios de haber sido hermosa, pero ahora está muy descuidada. Playas de blancas arenas la rodean, y una buena carretera lleva desde el aeropuerto a la ciudad. El Hotel Panafrica y su dueño Serafín, un simpático gallego, nos recibió con los brazos abiertos y nos proporcionó amplía información práctica y cultural. La ciudad se ve en un solo paseo, la torre del reloj, la catedral, el mercado colorista al aire libre, el paseo marítimo... todo con ese aire de nostalgia, de semiabandono. Las playas maravillosas, el agua a 26º.
Partir desde aquí a cualquier zona era una gama de posibilidades. Monte Allén tenía el atractivo de los Gorilas y eso fue decisivo. La única carretera general en condiciones llega a Ebebiyin, Niefang, Acurenam y poco más. Está región denominada del Muni (río Muni) estaba habitada por los Fang. (Guinea Ecuatorial), en el interior y ndowes enjunto al parlamento y la zona del palacio pla costa. La zona del monte Allen esta declarada parque Nacional con una extensión de 1600 Km2 y una altitud máxima de 1200.
ECOFAC es un programa de la Unión Europea, que sufraga y forma un proyecto de conservación y desarrollo de la zona, controlando la explotación de los recursos naturales y forestales. Ha hecho posible una infraestructura integrada en el parque (hotel típico Lodge) pequeño, que se autofinancia con los escasos turistas que allí llegamos para entrar al parque. Mi mayor ilusión era ver a los gorilas, desengaño que sufrí pronto al comprobar que se necesitan de 7 a 15 días caminando por interior de la selva para llegar a estos gorilas de montaña, dada su gran movilidad y el espesor de está zona virgen. Al amanecer iniciamos nuestra ascensión a la zona conocida como el mirador. Nuestro guía caminaba delante machete en mano, ágil y alerta a cualquier sonido que nos describía: cantos de distintos pájaros, voces del mono nariz blanca, he probado por primera vez agua de las lianas, nunca imaginé la cantidad de agua fresca que contiene un trozo de madera castaña silvestre, fruto que no conocía, que nos rodeaban. En la ascensión estuve prácticamente sin aliento, es fortísima, y se inicia apenas se camina unos minutos, cuando llegué al mirador fui sin aliento y empapada, es indescriptible la sensación de estar en la cima del mundo, percibes en toda su grandeza la selva, a tus pies una densa e impenetrable vegetación asusta, el silencio se escucha, solo algún sonido animal ó una rama al romperse. No hay palabras para describir lo que se siente allí arriba, mis ojos abarcar, mi mirada que logré retener; el bombeo del corazón es lo único real en esos minutos.
No vi elefantes, aunque sí sus huellas, no vi los búfalos, ni los Sitatunga, ni los chimpancés, mandríles,..pero jamás olvidaré mi excursión al interior de está selva. Tal vez la próxima vez pueda llegar al lago y ver a los cocodrilos, y todos los demás animales, recordando las charcas de Tanzania al amanecer en el Serengueti. Ojalá no desaparezcan los increíbles gorilas en su estado salvaje.
Tras un merecido descanso en la terraza de nuestro Monte Alen (hotel), paseamos por los poblados del en torno, caminando por una pista forestal donde circulan camiones madereros inmensos, con troncos centenarios, que vienen del interior de la selva. Prácticamente una deforestación salvaje y poco controlada. En nuestro paseo conocí al cura que lleva las 50 ó 60 parroquias de la zona, es decir, todo el interior más profundo de la selva, y el azar quiere que se haya formado en Zaragoza, Adolfo de 30 años vive en la misión San José, primera a principios de éste siglo. Me invitó a conocer otra realidad del país, y le acompaño. No voy a categorizar a nadie a estas alturas, pero puedo aseguraros que hay que ser muy valiente para vivir como éste hombre y luchar diariamente por la supervivencia de 60 niños que acoge en su “casa”, sin otro hogar ó familia que está, procurándoles comida y educación. ¡Admirable!. Impresiona el lugar pero muchísimo más sus gentes. Uno se siente muy pequeño frente a estos gigantes.
El regreso fue demasiado rápido, los brutales contrastes no se corresponden con los días, las vivencias cambian los ritmos del tiempo y marcan, una huella más en el periodo que llamamos vida.
Los recursos naturales de este pueblo, petróleo, maderas, uranio, pesca, manganeso, que han sustituido en su economía al cacao, durante décadas producto estrella, al café, a la agricultura en general, llevan camino de cambiar lugares y paisajes en estado puro, gentes amables y sencillos, que hoy parecen haber perdido sus raíces, y luchan por encontrar un salida por sobrevivir, a pesar de los difícil que se lo ponen aquellos que dirigen la nación y controlan sus recursos.
No he comentado lo que supone hacer una reserva hotelera, tal vez en otro capítulo, por si acaso, si viajáis a Guinea, llevaros un saco de dormir.

Una mochila, buen repelente de insectos, calzado cómodo, ninguna idea preconcebida, y tiempo, mucho tiempo y buen humor, paciencia infinita y disfrutaras de Guinea Ecuatorial y sus gentes, ¡Aún hay tiempo!...

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