
"El objeto de la excursión era llegar hasta un enorme cráter, de unos 50 metros de diámetro y más de 20 de profundidad que se abre, negro como la boca de una criatura mitológica, en mitad de un valle arenoso del desierto cerca de Darvaza. Por el contorno de las paredes, parecía como si alguien hubiese desatornillado el terruño que faltaba, como si se tratase de la tapa a rosca de un frasco que los dioses olvidaron cerrar. Es difícil hacerse a la idea de las dimensiones del fenómeno hasta que uno se acerca hasta el borde. Producto de unos trabajos de prospección soviéticos hace décadas, el fondo del cráter ha estado ardiendo desde entonces. Es una enorme caldera de gas cuyo calor puede sentirse a muchos metros de distancia. Las lenguas de f
uego cubren el fondo de esa puerta infernal, envuelta en cenizas y ennegrecidas rocas tras años de llamas y calor abrasador. Las inodoras ráfagas de calor que suben desde ese pozo son un poderoso recordatorio de la riqueza de Turkmenistán y cómo ésta ha colocado al país en el punto de mira de occidentales y orientales, originando un laberinto subterráneo de pactos, maniobras y alianzas sin que el público ni los medios de comunicación parezcan otorgarle la trascendencia que tienen. Bajo las ardientes arenas de este sediento país duermen ingentes yacimientos de crudo y, sobre todo, de gas; quizá los mayores del mundo. En Turkmenistán, sólo el 2,5% de la tierra es cultivable, y su población no sobrepasa los cinco millones, de modo que, más que un país, es un trozo de desierto cuyo subsue
lo esconde grandes riquezas. Ya hemos contado cómo, en el siglo XIX, los rusos pugnaron con los ingleses por la posesión de este desierto, en un episodio histórico conocido con el nombre de “Gran Juego”. En la versión contemporánea de este “Gran Juego”, Rusia, Irán, China y Occidente (representado por las grandes compañías petroleras) luchan por el petróleo y los gaseoductos".


No hay comentarios:
Publicar un comentario