Más info: busaramusic.org/festivals/2008/
lunes, 31 de diciembre de 2007
Festival de Música Sauti za Busara en Zanzibar
Más info: busaramusic.org/festivals/2008/
Ofertas de Air New Zealand hasta el 16 de enero
Vuelos baratos de Pacific Blue Airlines
Sede en Madrid de la aerolinea india Kingfisher
domingo, 30 de diciembre de 2007
Visado conjunto para Tailandia y Camboya
En un futuro podrían unirse a este acuerdo Birmania, Laos y Vietnam.
Las baterias de litio en el equipaje de mano
sábado, 29 de diciembre de 2007
Los 10 puentes más impresionantes del mundo
El Puente de Kintai o Kintai-kyō (錦帯橋, en japonés) está situado en la pequeña ciudad de Iwakuni en la prefectura de Yamaguchi en la región de Chūgoku y en la isla japonesa de Honshū al sur del país. Fue construido totalmente en madera en 1673, pero un tifón lo destruyó parcialmente en 1950. Fue reconstruido de nuevo tres años después igual que el original.
Pont Neuf sobre el Sena en París. Se terminó en 1607 y sus pilotes de madera que soportan el basamento aún perduran. Su restauración se terminó este año coincidiendo con su 400 aniversario.
El puente Oberbaum o Oberbaumbrücke en Berlín, permite cruzar el río Spree y separaba el Berlín oriental del occidental en tiempos de la Guerra Fría. Hoy día en invierno se puede patinar sobre hielo bajo sus arcos y en verano algunos barcos navegan llevando orquestas de Jazz que amenizando con su música. En su construcción original, que data de 1732, era levadizo. Cerca de él también podéis ver algún trozo el "Muro de Berlín", como el de la calle Mühlen.
Los otros destacados de la lista son el Vasco da Gama en Lisboa, el Puente de la Torre sobre el Támesis en Londres, el Puente de las Américas en Panamá, el San Diego-Coronado en California, el Zakim Bridge en Massachusetts, el Puente de la Bahía en Sydney, Australia, el archifamoso Golden Gate de San Francisco o el Erasmusbrug, más conocido como "El Cisne", en Rotterdam, Holanda. En la lista también aparece el Puente de Alamillo, de Sevilla diseñado por Calatrava.
Esta información está sacada de esta página de MSN dedicada a los viajes.
viernes, 28 de diciembre de 2007
Cairns Unlimited, todo sobre la Gran Barrera de Coral
domingo, 2 de diciembre de 2007
Micronesia( y V), perdido en el Pacífico
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Al venir a Chuuk creía que era lo más remoto que podría encontrarme en el Pacífico. Estaba equivocado. Entre las principales islas hay cientos de islas más pequeñas habitadas, esparcidas a todo lo ancho del Océano. El grado en que conservan el modo antiguo de vivir depende de manera inversa a la frecuencia de su contacto con el mundo exterior. He tenido la suerte de pasar unos días en un par de ellas, sintiendo tratado como un verdadero rey, fruto de la hospitalidad isleña. Si así eran tratados los marineros que se aprovisionaban de víveres frescos, no me extraña que al tener que regresar a la vida en el mar causasen más de algún motín.
Houk está al noreste de Chuuk. Es una de las islas más tradicionales y al llegar te frotas los ojos al ver los hombres no vistiendo nada más que su thu cubriéndoles las partes púdicas. Sólo queda espacio para la coquetería en la forma de hacerse el nudo. Las mujeres llevan una falda y nada más. Y uno se encuentra raro en pantalón y camiseta, así que aprovechando una celebración yo también me enfundé en mi thu, fresquísimo por cierto.
Al llegar dejé el reloj y el dinero y no los volví a coger hasta que me fui. El tiempo cobra otra dimensión y el estrés… ¿qué es eso? La naturaleza es generosa por aquí, y no sólo con la temperatura, de deliciosa primavera, si no que provee de cocos, taro y fruta de pan. Eso sobre tierra, porque bajo el agua los peces casi pican sólo con el anzuelo. Que lujo eso de estar jugando a baloncesto en una canasta colgada en una palmera, y cuando eliminan a tu equipo te esperan con un coco recién abierto. Aunque hay que andarse con cuidado de donde te sientas a recuperar el aliento, pues los cocos que no se cogen caen por su propio peso, y a los novatos recostados contra su tronco nos pueden jugar una mala pasada. A mí me cayó a medio metro, pero el susto fue casi como si me hubiera dado de lleno.
Las canoas tradicionales poco a apoco han ido cayendo en el olvido en beneficio de las cómodas motoras que funcionan aunque el viento venga en contra. Pero al darse cuenta de que si se acaba la gasolina se acabó el pescado, están volviendo a construirlas en la parte boscosa de la isla, utilizando las mismas técnicas de hace siglos. Y es que aunque una pequeña avioneta a veces visita la isla, las mercancías llegan en barco un par de veces al año. Por tanto cualquier cosa ajena a la isla es un bien muy preciado. Aquí todavía se utilizan los materiales de construcción que la naturaleza proporciona, y la única comida que viene de fuera es el arroz.
Por la tarde la playa cobra vida y la gente comienza a salir entre las palmeras a darse un baño. Los niños persiguen a unos pequeños tiburones entre risas hasta que los atrapan, sin preocuparse de la mama que esta un poco más adentro. Dando un paseo se me ocurrió agacharme a coger una concha, y a los dos segundos cada niño me estaba dando otra, con lo que en un par de minutos el thu de varios improvisados asistentes estaba lleno de trozos de coral y conchas de regalo.
Al caer la noche no hay mucho que se pueda hacer. Hasta hace unos pocos años los jóvenes se reunían para cantar y bailar en las casas de las canoas junto a la playa, y aprovechaban para conocerse y escaparse a la oscuridad del bosque. Pero con la llegada de la última invención de occidente, la costumbre se ha perdido. No es lo que pensáis. No es la televisión, que en una isla sin electricidad no tiene mucho protagonismo. Hablo del café instantáneo. Ahora la gente va a casa del vecino a tomar café, y los frascos se vacían cada noche a velocidad de vértigo. La velada sólo concluye cuando se acaba el café.
La organización social se basa en el grupo familiar, que reparte responsabilidades y tareas entre todos los parientes, bajo la dirección del jefe del clan, y que redunda en el beneficio de todos los miembros de la comunidad. Algunos miembros salen a pescar y reparten la captura entre toda la familia. Lo mismo pasa con los productos de la tierra, o incluso con los niños. Si una madre tiene muchos niños, le dan el bebe a una chica joven del clan para que lo críe como si fuera su hijo. Hay una anulación del individuo que se diluye en pos del bien común. Incluso un extraño a ese mundo como era yo, rápidamente fui adoptado por la comunidad, y al pasar junto a algún grupo de casas, era saludado con el “ven y come”. Y es que salvo comer y encargar niños poco más hay que hacer.
Las fiestas siempre van acompañadas de grandes comidas, en las que cada clan aporta su cuota. Incluso se pescan unas tortugas para acompañar a los cerdos que han crecido inocentemente atados a una palmera junta la playa. Reunida toda la población, empieza el programa, que es como llaman aquí a los discursos de las personalidades, y que pueden durar un par de horas. Luego se sirven bandejas con suficientes víveres para una semana a las personas importantes, y una vez que decides que has tenido suficiente (vaya susto me lleve cuando vi la mía y apliqué nuestra costumbre de no dejar nada en el plato), se pasa a las mujeres y a los niños que están esperando pacientemente sentadas en el suelo. Pero para recogerlas se mueven en cuclillas, pues la tradición dicta que si hay un familiar en la zona, la mujer tiene que andar en esa área por debajo del hombre. Aunque resulta incomodo para mis ojos occidentales, es su costumbre, y por tanto respetable.
Al sur de Chuuk están las Mortlocks, un conjunto de islas no muy lejanas entre sí, y que entraron en contacto con occidente como punto de aprovisionamiento para los barcos balleneros, seguido por los misioneros, y que han incorporado más costumbres externas a ellos. Además son atolones, con su laguna protegida por el arrecife de coral. La parte interna ofrece la cara amable del mar, con sus playas de arena y una zona tranquila para pescar, y la parte externa, abierta a la furia del océano, pone el oleaje rompiendo sobre rocas cortantes de coral muerto, dos caras muy distintas de un mismo mundo.
Aquí las islas tienen generadores, e incluso farolas para iluminar la noche. La calle que las recorre longitudinalmente está arreglada, como una avenida a escala, y alguna televisión pone el sonido a la noche, congregando a todo el clan alrededor del último video llegado de Weno. Con la marea baja puedes caminar por el arrecife hasta el siguiente islote de palmeras, donde los cangrejos del coco salen corriendo a poner su sabroso cuerpo a salvo en cuando te ven. Si las ganas acompañan puedes continuar, con la única dificultad de salvar el canal que nutre de agua la laguna con las mareas, y entonces puedes volver al punto de partida. En el camino encuentras todo tipo de criaturas que viven en el arrecife, y los restos de barcos que quisieron verlo demasiado cerca.
Pero la isla de Satawan tiene otros restos esparcidos entre las palmeras y plátanos. Fue base japonesa durante la guerra mundial, y los tanques y aviones están donde los dejaron, rodeados de la vegetación que ha crecido durante sesenta años. A pesar de que las señoras de la isla se han estado haciendo las peinetas con el aluminio del fuselaje de los aviones, todavía se puede tener la sensación de pilotar un zero intentando ver el enemigo entre las plantas de taro.
Pero hay algo que comparten igualmente ambos grupos de islas: la hospitalidad sin límites. Qué maravilla que en el siglo XXI queden lugares en el mundo donde la vida se entienda todavía con los parámetros de siglos atrás. Y que ojala les dure.
Datos prácticos de Micronesia(nota de Editor)
Con una distancia de casi 3500 kilómetros, el archipiélago de Micronesia abarca una área de sólo 720 kilómetros cuadrados y nos 133.144 (est. julio 2000) y cuya capital es Palikir (Pohnpei) . Se localizan en las islas Carolinas, divididas entre Micronesia y Palau. Los Estados Federados de Micronesia están compuestos por 607 islas, las cuales se dividen en cuatro estados: Yap, Chuuk, Pohnpei y Kosrae. Se cree que los habitantes originales de Micronesia llegaron de las Filipinas e Indonesia aproximadamente 1500 años antes de Cristo. En 1521, Magallanes llegó a las islas Marianas y en 1565, España tomó posesión de ellas. En 1899, las islas Carolinas se vendieron a Alemania y después de la Primera Guerra Mundial, la Liga de Naciones le dio un mandato a Japón para administrar las islas. Japón desarrolló la industria minera con éxito, la pesca y la agricultura (principalmente el caña de azucar). Despues de la Segunda Guerra Mundial, la ONU pasó a depender de la administración norteamericana hasta 1986 cuando consiguió su independencia. En las aguas de estas tranquilas islas hay algunos de los mejores pecios (restos de naves naufragadas o hundidas) del mundo y se considera un paraíso, en gran parte por descubrir, para los amantes de la playa y el submarinismo.
Las Naciones Unidas no tienen datos suficientes para valorar las condiciones del país y por lo tanto no puede incluir a Micronesia en el Índice de Desarrollo Humano (IDH), pero podría ocupar alrededor del puesto 132 a la altura de Camboya o Birmania . Los únicos datos fiables indican una esperanza de vida de unos 70 años, un índice de alfabetización del 81% de la población que, en 2007, la componían unas 108.000 personas con una media de edad de 20 años y repartidas por varias islas y atolones cuya superficie, en total es más pequeña que la ciudad de Washington. Según estimaciones oficiales en 2006 existían 16.000 internautas micronesios (en España casi 19 millones).
jueves, 29 de noviembre de 2007
Un nuevo ferry unirá Vietnam, Camboya y Tailandia
domingo, 25 de noviembre de 2007
Se reanuda autobús Katmandú-Lhasa
sábado, 24 de noviembre de 2007
Carrera de autoricksaws en Chennai (India)
Esta curiosa competición se celebra durante una semana en Tamil Nadu y comienza en Chennai, conocida antes como Madrás, el último día del año y termina en Kanniyakumari el día 6 de enero. Reune a cientos de aficionados y participantes y durante los 7 días de competición se recorren más de 100 kilómetros diarios.
Más info: http://www.indianarc.com/
viernes, 16 de noviembre de 2007
Libia exige la traducción al árabe del pasaporte
jueves, 15 de noviembre de 2007
Micronesia(IV), las otras islas del atolón
Al atardecer los muelles de Weno están en pleno bullicio. Es la hora de volver a casa, y las motoras esperan a sus pasajeros para partir a alguna de las islas del atolón. Desde los 230m del monte Tonaachau, el horizonte del ocaso no se pierde en el mar. Las otras islas se recortan en el horizonte, con el espectáculo de las pequeñas motoras abandonando el “centro” y saliendo al mar dorado, como fuegos artificiales. En total hay unas quince islas habitadas protegidas por la barrera de coral de Chuuk, que dicen es la segunda más grande del mundo.
Por tanto, aunque uno viva en una isla, siempre tienes otra cercana para cambiar de aires en el fin de semana, y estirar así un poco tu “mundo”. La única dificultad es ponerte de acuerdo con el barquero, pues cada isla tiene varios nombres. Al poco de llegar no sabía si los nombres raros eran de alumnos, pueblos, o islas. Cuando me aprendí que la isla de enfrente se llamaba “Tonoas”, entonces alguien se refiri a ella como “Dublón”, su nombre antiguo, para en otra ocasión pasar a ser “Toloas”, pues algunos de los dialectos de la laguna no tienen el sonido “n”, que cambian por “l” o “r” a su gusto. Todavía no sé si yo vivo en Weno o Wero.
La primera escapada fue a Piis, la única isla habitada que está en el arrecife de coral. Llevaba apenas un par de semanas aquí, y fue una de las mejores lecciones sobre Micronesia. Primero el viaje en la motora, nada de lo idílico que se ve cuando abandonan el puerto. Se va sentado sobre el suelo, acoplándote a los botes durante horas, pues aunque el mar está tranquilo, con la velocidad notas el mínimo obstáculo. Luego el equipaje adecuado. La gente usa cubos de plásticos o neveras de camping, ambos estancos, mientras que mi bolsa llegó empapada por la lluvia intermitente, y yo calado por el spray que levantábamos. Ahora ambos vamos envueltos en sendas bolsas de basura.
Descubrí la hospitalidad de la gente de Chuuk, y su expresión más directa en la comilona que se organizó en nuestro honor. La gente se reúne en el edificio común, sentada en el suelo mientras a ti te colocan incomodo en alto y presidiendo la reunión, y tras la ronda de discursos, empieza el festín. Las bandejas surtidas de taro, fruta de pan, pescado crudo y frito, arroz, cerdo, fruta… que tenía delante no eran la comida de todos. Era una para cada uno de los agasajados, pues la costumbre es que comas lo que puedas y el resto lo lleves a casa, o lo des a alguien que no haya comido. Y lo mejor es que hay que comer con los dedos, con lo que disfrutas doble con la trasgresión a las prohibiciones de tu infancia.
La vida en estas islas transcurre de cara al mar. Las casas se reparten a lo largo de la orilla, por familias. Cada una tiene su barca, y con ella acceso a las proteínas que complementan los vegetales tropicales. En el claro de palmeras en el que está la iglesia, un manto de prado verde da idea de lo que nosotros llamaríamos plaza con el tiempo y cemento. Un grupo de señoras ríen continuamente mientras se abanican con una palma trenzada, sentadas en el suelo con mucha práctica. Los niños revolotean alrededor como lo harían en cualquier parque del mundo.
Yo había manifestado mi interés por recorrer la isla, así que uno de los niños fue designado para acompañarme, y se las arregló para devolverme al mismo lugar en cinco minutos y seguir con los juegos, que esta vez consistían en despiojarse uno al otro. Finalmente fui a parar a manos del “policía”, según ponía en la camiseta, pero que ante la falta de desórdenes, simplemente está al cuidado de la radio, la única comunicación con el exterior. Él fue el que me dio la vuelta por la isla, un mundo sin coches, sin electricidad, donde la gente todavía mira las estrellas y habla con sus ancianos.
La segunda salida fue a Udot, que se supone que es la cima de la montaña que al variar el nivel del mar dio lugar al atolón de Chuuk. Al dar la vuelta de rigor a la isla, otro niño fue designado voluntario para acompañarnos. Yo me preguntaba qué truco haría esta vez para volver con sus amigos. Lo comprendí cuando los veinte minutos estimados del paseo se habían duplicado con creces. Su venganza particular fue la de llevarnos por el lado más largo, sin sendero. El sol se había ocultado ya, y la noche caía rápido como sólo hace en los trópicos. Él iba descalzo y se volvía de vez en cuando para vernos pasar entre la maleza demasiado espesa para nuestro tamaño. Yo, que me sorprendía de la destreza que había conseguido con las chanclas, solo deseaba que no se me rompieran justo ahora. Que agradable sensación notar que la chancla sigue milagrosamente unida a tu pié cuando la sacas de un palmo de lodo y te espera adelante un poco más de oscura maleza y otro trozo de acantilado cortante.
Finalmente llegamos a unas cabañas, ya de noche cerrada, y a juzgar por los gestos y tonos, al niño le debieron decir aquello de “pero cómo se te ocurre…”, “imprudente” y demás, mientras fueron a buscar al policía para que nos acompañara a nuestra casa con su linterna. Pocas veces he disfrutado tanto de una ducha a cazos, a la luz de una lámpara de keroseno, para ir caer rendido sobre una esterilla de pandano.
La razón de venir a Udot era para pasar la prueba de acceso a Xavier. Me marcó ver el estado de las escuelas de donde vienen nuestros futuros alumnos. Apenas tienen un par de libros para toda la clase, y no todas tienen mesas. Rellenar la hoja de datos personales costó casi una hora pues apenas entendían inglés. Me llamó la atención que en la casilla del empleo del padre y madre, muchos ponían “ninguno”, pero cuando la pregunta era quién pagará por tu educación, la respuesta era “mis padres”. Así es Micronesia. Lo que no te da la tierra te lo dan los familiares. No sé cómo les fue, ni si alguno será alumno de Xavier el año que viene, pero a mí me cambió la perspectiva como profesor. Y eso que soy más alumno que profesor, pues cada día me enseñan algo nuevo.
Los japoneses fueron los primeros en explotar las ventajas de Chuuk como puerto, y lo convirtieron el la base de la Flota Combinada del Pacífico, bajo el mando del célebre Almirante Yakamoto. Entonces Tonoas era la isla principal, con una pequeña ciudad que fue arrasada por los bombardeos americanos. Otras islas se convirtieron en huertos, centros de radios, o aeródromos, recolocando previamente a la fuerza a sus habitantes. Cuando al acabar la guerra volvieron sus habitantes, el sentido de posesión de la tierra todavía se hizo más fuerte.
Para mí la más curiosa es Eten. Con rocas de la montaña ganaron tierra al mar para las pistas de aterrizaje, dejándole la apariencia de un portaviones. El resto de montaña haría de puesto de mando, y el manto de palmeras que hoy cubre el cemento de las pistas sería el casco. En el mar a ambos lados están los restos de los aviones que intentaron despegar, cubiertos de corales para nuestro disfrute. El centro de comunicaciones estaba en un edificio gemelo al de Xavier, pero que corrió con peor suerte en los bombardeos y está en ruinas. Al menos puedes ver como era el original japonés. Las puertas de acero son las mismas que tenemos nosotros, pero el baño con bañera de agua caliente se transformó, desgraciadamente en nuestro caso, en la secretaría del colegio.
Pero visitarla no es fácil. La tierra es suya, y cobran a los turistas precios astronómicos por pisarla. La otra opción es pedir permiso, usando el protocolo local, por lo que un acompañante que hable chukés es indispensable. Al llegar al muelle aparece un paisano y empieza un parlamento de quince minutos. Mientras tanto esperas pacientemente sin enterarte de nada. Un gesto con la cabeza me indica que tenemos permiso del jefe de la isla para atracar la barca, y podemos desembarcar. En cada hogar que atravesábamos sucedía lo mismo. Pero al final descubrimos la clave. El ser profesor de Xavier se convirtió en un salvoconducto.
domingo, 4 de noviembre de 2007
Rolling Hostel, una manera diferente de viajar por Chile
sábado, 3 de noviembre de 2007
Gerardo Olivares gana la Espiga de Oro del Festival de Valladolid
domingo, 28 de octubre de 2007
Bhután
Para evitar convertirse en el nuevo Nepal, el gobierno butanés exige
a todos los turistas un visado que cuesta 20 euros más un permiso o impuesto que, como mínimo, supondrá 200 dólares diarios. Estos 200 dólares incluyen casi todo. Ya en el aeropuerto te espera un coche con conductor y guía. También incluye los hoteles y todas las comidas, tasas, entradas y bebidas. No está permitido el viajero independiente por que es necesario contactar con alguna agencia del país o del extranjero para conseguir el visado. Sin él no te venden los billetes de avión.
También, se puede llegar por tierra por medio de una carretera que une la ciudad butanesa de Phuntsholing, al sudoeste del país, con Darjeeling. Son 175 kilómetros y más de 7 horas de viaje. Eso si, la carretera te permite disfrutar de una variedad de paisajes increíbles. Pasas de las
plantaciones indias de té en suaves colinas a pasos de montaña a más de 4000 metros.
Si prefieres más comodidad puedes acceder a Bhután vía aérea. Hasta el aeropuerto de Paro sólo vuela la compañía nacional, Druk Air, con rutas desde Bangkok, Nueva Delhi, Calcuta y Katmandu. El vuelo es espectacular ya que se sobrevuelan varias cumbres de más de 8.000 metros, como el Everest, Lhotse, Kangchenjunga y Makalu. Para más información
consulta la web www.drukair.com.bt.
El butanés es un pueblo eminentemente agrícola y el budismo lo impregna todo, por ello es en los Dzongs o monasterios fortaleza donde se centra la vida social y donde conviven los monjes budistas y el poder gubernamental. Los principales lugares de interés para visitar son la capital
Thimphu, con sus monasterios, estupas, etc. Punakha, la antigua capital, Paro y sobretodo el monasterio de Tanktsang, conocido como el nido del tigre por estar enclavado sobre un abismo de 1000 metros.
Todo el año se puede visitar Bhután. En otoño tienen lugar los principales festivales budistas. En verano aunque suele llover un poco por la tarde debido a los monzones es temporada baja por lo que los precios son más bajos, incluido el visado.
martes, 23 de octubre de 2007
Cultura tibetana en Nepal
Las oficinas principales del Dept. de Inmigración, están en Bhirkutimandap, en Katmandú y están abiertos de lunes a viernes de 9 de la mañana a 5 de la tarde, durante el verano y de 9 a 14 desde mediados de noviembre a mediados de febrero. Más información: http://www.immi.gov.np/
Mustang
Esta árida región del Himalaya donde, debido a un curioso microclima prácticamente nunca llueve, es diferente al resto de Nepal. Fue abierto al turismo en 1992 y se ha mantenido aislado durante siglos debido lo que le ha permitido mantenerse ajeno a influencias extranjeras y en palabras del Dalai Lama es uno de los lugares donde más se puede vivir la autentica cultura tibetana. Entre sus altas montañas, alrededor de la cual se puede hacer un famoso trekking, destacan el Annapurna con 8.078 metros. A Jomsom, la capital de la región administrativa se llega volando desde Katmandú o desde Pokhara. El antiguo reino de Lo, como era conocido antes Mustang, es un pedazo de Tíbet en territorio nepalí y fue paso importante en la llamada Ruta de la Sal hacia Nepal e India. Merece la pena visitar la antigua capital de este reino, la ciudad amurallada de Lo Manthang, y desde allí realizar alguno de los trekking que nos permitirán conocer lugares increíbles, abismales cañones y bellos valles con pequeñas aldeas que mantienen las tradiciones tibetanas. Kagbeni, es la puerta al Alto Mustang, y del valle del río Kali Gandaki donde podremos apreciar la rustica belleza de monasterios, templos y estupas construidos en piedra rojiza y alguno de ellos con una antigüedad de 5 siglos. Si quieres visitar la zona hay que tener cuidado con el mal de altura y, debido al polvo y a la aridez del ambiente, con la conjuntivitis.
El gobierno de Nepal, gracias al fin de la guerra que mantenía con la guerrilla maoísta, tiene intención de abrir más esta zona al turismo bajando el precio de los permisos para entrar. Esperemos que esto no haga que se pierda la autenticidad de sus habitantes.
Dolpo
La región del alto Dolpo, conocido en el mundo gracias a películas como Caravan o a libros como “El Leopardo de las Nieves” de Peter Matthiessen, es una de las más remotas regiones de Nepal. Aquí, junto con los vecinos Zanskar y Mustang representan uno de los remanentes más importantes de la cultura tibetana. Podemos recorres las aldeas donde viven sus poco más de 6000 habitantes o hacer algún trekking al pico Dhalagiri o al bello lago Phoksumdo, situado a más de 3600 metros y de un vivo color turquesa rodeado de impresionantes montañas nevadas. Si sólo vas al conocido como Bajo Dolpo, los permisos cuestan menos, sólo 10 dólares por semana.
jueves, 18 de octubre de 2007
Ladakh, Zanskar y Sikkim, el tibet indio
La arquitectura de Ladakh tiene inluencias tibetanas e indias. Las construciiones más importantes son los monasterios o gompas, sobretodo, los de Lamayuru, Likir, Tikse, Hemis, Alchi y Ridzong. Sin duda el más conocido es el primero. El Monasrterio de Lamayu- Lamayuru
ru se encuentra al oeste de Ladakh en la carretera que une Leh con Kargil y Srinagar. Fue fundado en el siglo XI y es famoso por dos festivales de mascaras que tienen lugar durante el segundo y quinto mes del calendario tiebetano.
Zanskar está situado al sur de Ladakh. Para llegar allí tenemos dos opciones. Volar hasta Leh, capital de Ladakh y desde allí un viaje de dos días por tierra hasta Padum, capital de Zanskar, pasando por la ciudad de Kargil. Tambíen podemos tomar un tren desde Delhi hasta Jammu, después un bus hasta Srinagar y por último dos días más de autobús hasta Padum.
El antiguo reino de Zanskar ha dependido siempre de su vecino Ladakh y ahora, junto con gran parte de la Cachemira india es objeto de continuas disputas con Pakistán, aunque tanto Zanskar como Ladakh se mantienen algo alejados de estas confrontaciones que se quedan más al sur. De los 15.000 habitantes de Zanskar, la mayoria de ellos son budistas tibetanos y existen algunos
musulmanes que no huyeron a Pakistán a raiz de la partición del Imperio Indio al conseguir la independencia de los ingleses.
Sikkim
Sikkim fue un estado independiente hasta 1975 cuando tras un referéndum entre sus habitantes decidieron unirse a la India. Este pequeño territorio limita al oeste con Nepal, al norte y al este con el y al sureste con Bhután. Tiene como capital a Gangtok. Situado a los pies del Himalaya es un destino muy importante para los turistas amantes del trekking y del montañismo teniendo entre sus muchas cumbres la tercera del mundo, el pico Kanchenjunga. Llegar hasta esta región es algo complicado debido a la ausencia de aeropuertos. El más próximo, el de la ciudad de Bagdogra está a más de 120 kilómetros. Después 4 horas de pesado viaje hasta Gangtok. Varias aerolíneas como Indian Airlines, Jet Airways o Deccan Air vuelan desde Calcuta o Nueva Delhi. Normalmente, los turistas que visitan Sikkim también pasan por ciudades como Darjeeling y Siliguri famosas por sus plantaciones de té, uno de los mejores del mundo.
El paso Nathu-La entre Tíbet y Sikkim fue abierto hace un año y hay planes de poner en marcha un servicio de autobús desde Gangtok a Lhasa. De momento, aunque los turistas no tienen permiso para cruzar este paso, si puede acercarse hasta él y disfrutar de las vistas.
martes, 16 de octubre de 2007
IBERIA discrimina
viernes, 12 de octubre de 2007
El mejor té de Sana'a, Yemen
Por eso, y pese a los atentados de este pasado verano, os recomiendo viajar a Yemen, uno de los países musulmanes más interesantes y auténticos.
martes, 9 de octubre de 2007
Tibetanos musulmanes
Tíbet, y por extensión la cultura tibetana, representa como ningún otro país, todo lo mítico y misterioso que encierran los valles y pueblos de los Himalayas.
Históricamente, el Tíbet se extendió desde el sur del actual territorio conocido como TAR (Región Autónoma del Tibet) hacia el norte incluyendo zonas como Qinghai, Sichuan y Gansu. Hoy en día, las regiones donde la culturatibetana es predominante ocupan un territorio amplísimo. En el territorio ocupado por China y provincias limítrofes como Yunnan, viven casi 8 millones de tibetanos más o menos integrados o absorbidos por la cultura de la etnia Han, la predominante en China. En Nepal, además de los 15.000 tibetanos exiliados que viven en gran parte en Katmandú, hay zonas como el reino de Mustang, el Dolpo o la región donde vive el famoso pueblo Sherpa que son culturalmente tibetanas. Lo mismo ocurre en India en el antiguo reino de Sikkim y los alrededores de la ciudad de Darjeeling. También en la Cachemira india encontramos Ladakh, conocido como el Pequeño Tibet y el remoto valle de Zangskar. Algo más al sur de Ladakh, en la ciudad de Dharamasala, sede del gobierno tibetano en el exilio y residencia habitual del Dalai Lama, podemos encontrar una buena representación de este pueblo. En el extremo oriental de la cordillera, el reino independiente de Bhután, hasta hace pocos años vetado a los extranjeros, cierra por el este la presencia tibetana. Por último, en la parte de Cachemira perteneciente a Pakistán, al lado del Karakorum y en el valle de Skardu, que da acceso al famoso glaciar del Baltoro y a picos míticos como el K2, se encuentra una pequeña región de cultura tibetana, pero mayoritariamente musulmana, llamada Baltistán con la ciudad de Skardu como capital.
Sin embargo, y debido a la inmensidad de este enorme territorio de más de 2.500.000 millones de kilómetros cuadrados y a su bajísima densidad de población, las diferencias entre las distintas comunidades, pese a mantener unas características comunes, pueden ser importantes, incluso existen diferencias entre los habitantes de ciudades como Lhasa, Shigatse o Gyantse, con demasiada presencia china, y aquellos que viven en al campo que siguen mucho más las tradiciones milenarias de este pueblo. Veamos a continuación como llegar a una de estas comunidades, quizas la más curiosa de todas...
En Cachemira, repartida entre Pakistán e India existen varios pueblos de origen tibetano.
Hasta 1948 formaron una provincia llamada Ladakh Wazarat que comprendía entre otras,
las zonas centrales de Ladakh y de Zanskar. Desde entonces, la parte controlada por India,
es el Ladahk y la parte paquistaní recibe el nombre de Baltistán. Skardu, capital de Baltistán
era la capital de invierno, mientras que Leh, capital de Ladakh se convirtió en la capital
del verano. El pueblo Balti es uno de los que habitan esta zona y llegó hasta aquí cuando tomó el control de la zona el rey tibetano Songtsen Gampo en el siglo VII. Con el tiempo y con la llegada del budismo se empezaron a construir monasterios o Gompas y estupas o chörtens y los lamas desempeñaron un papel cada vez más importante. Todo se mantuvo igual hasta que en el siglo XVIII el principe Gyalbu Rinchen se convirtió al islamismo. Curiosamente, esto dio lugar, con el paso de los años, a constituir un pueblo de origen y rasgos tibetanos pero con creencias musulmanas.
Hoy en día los pueblos de Baltistán son producto de la mezcla de varias étnias.
Además de los originarios de Tíbet, están los oriundos de la zona de Cachemira, los selyúcidas
árabes, sufistas persas y turcos de origen uigur venidos de Asia Central. También se
encuentran pequeñas comunidades de sunitas, de budistas y de seguidores de la antigua
religión Bön. Otro pueblo de origen tibetano son los Burig o Purik, que podmeos encontrar en
el sur de Baltistán. Viven en aldeas a gran altura y dependen del deshielo de los glaciares
para regar sus campos de cebada, trigo o mijo. Además de la agricultura también tienen
ganado sobretodo una mezcla entre vaca y yak que recibe el nombre de podzó.
La influencia tibetana puede verse en su arquitectura, incluso las mezquitas más
antiguas tienen una curiosa mezcla entre el estilo iraní y tibetano. Desgraciadamente apenas
queda nada en pie de la época pre-islámica ya que se destruyó a la llegada del islam.
Todo esto unido a sus costumbres, danzas, vestimenta, escritura, un paisaje espectacular y
varias cumbres por encima de los 8000 metros, hacen de ésta una zona muy interesante
para visitar.
domingo, 7 de octubre de 2007
Tattoonesia 2007
sábado, 6 de octubre de 2007
Vuelve el Tren de la Nubes
Se han mejorado los vagones y la línea férrea. De momento, y hasta marzo de 2008, se realizará un viaje mensual. A partir de entonces se espera realizar 3 viajes semanales. El precio del pasaje será de entre 135 y 350 pesos argentinos, unos 35-85 euros.
viernes, 5 de octubre de 2007
Festival Dashain en Nepal
Si visitas Nepal durante estos días pueden tener problemas para conseguir billetes de autobús pero a cambio disfrutarás de las celebraciones en las calles.
El Dasain conmemora la victoria del Bien sobre el Mal. La diosa Durga representa el bien, de allí que la celebración también se llame Durga Puja, literalmente ofrendas a Durga. Durante la noche las mujeres realizan ofrendas y según la tradición los hinduistas deben bañarse en alguno de los nueve ríos sagrados de Nepal.
Muchos de estos días la calles de Patán y Katmandú se llenan de procesiones donde los sacerdotes se disfrazan de Kali o Ganesh.
Por su parte la numerosa comunidad tibetana de Nepal también celebra a su manera esta fiesta con actos de protesta en estupas y monasterios por el sacrifico masivo de animales. Por ejemplo en la estupa de Boudhanath se reúnen para rezar lamas de los monasterios y centros budistas que hay en la capital nepalí.
domingo, 30 de septiembre de 2007
Funerales de los Toraja en Sulawesi
Los Toraja habitan la isla de Sulawesi, antiguas Célebes en Indonesia y cuando fallecen tienen dos entierros. Uno, cuando la persona muere, es intimo, sólo asisten los más allegados y una vez termina, el cadáver se conserva en la casa hasta que se celebra el segundo entierro. Este tiene lugar cuando la familia ha ahorrado lo suficiente para la celebración, dura varios días y suele celebrarse entre los meses de julio y octubre que es cuando los parientes pueden desplazarse para asistir al entierro ya que son las vacaciones de los niños. Podíamos decir que estos meses son la “época de entierros”.
Para los Toraja este segundo entierro es una celebración de la vida del difunto. En esta celebración se sacrifican cerdos y sobretodo búfalos que son degollados limpiamente con un machete. Cuantos más se sacrifiquen mayores posibilidades tendrá el muerto de llegar al cielo de los Toraja. Luego el búfalo es despedazado y se asa al fuego acompañado de tuak, o vino de palma, y arroz. Todo esto en un ambiente de alegría y celebración, nada de lagrimas ni caras tristes.
Posteriormente el ataúd con el muerto es paseado por la aldea y está siempre acompañado por un tau-tau, que es la efigie en madera del difunto. Después de este paseo, el cadáver es conducido a una cueva colgada de un risco cuanto más alto mejor, y así más cerca estará del cielo. En algunos casos, y debido a los pocos recursos del difunto se le entierra sin ataúd, dejándolo simplemente en los huecos del risco a la vista de todo el mundo. A los niños se les suele enterrar en el tronco de un gran árbol para que así siga creciendo a través de él.
A sus difuentos sus familiares les llevan, en vez de flores como aquí, cosas que pueden emplear en su nueva vida como tabaco, los kreteks de la conocida marca del país Gudang Garam o dinero.
Pagando un pequeña cantidad los turistas pueden asistir a estos entierros en alguna de las aldeas tradicionales, como Kete o Palawa, cuyas casas tienen forma de casco de barco, o visitar centenarias tumbas excavadas en la roca en Lemo, Londa o Kambira.
viernes, 28 de septiembre de 2007
La antigua Lhasa
lunes, 24 de septiembre de 2007
Crónicas Viajeras: Micronesia(III), la isla del naufrago
Todos tenemos una imagen de esa isla desierta a la que te preguntan qué tres cosas te llevarías. Cuando llegó el día en que eché el pié a tierra en una, sólo llevaba una sonrisa de oreja a oreja. Y tampoco me importó que ni Halle Berry ni las otras dos cosas estuvieran aquí. Lo importante es que haya un bote varado en la arena y alguien que lo sepa manejar por entre los canales de coral para cuando te apetezca cambiar de aires.
Los científicos no se ponen de acuerdo si es el mar el que sube, o los volcanes los que se hunden, o ambas cosas a la vez. Pero el resultado tras años de lento crecimiento, sea cual sea la causa, es el maravilloso mundo multicolor del arrecife coralino. Si comenzó a crecer alrededor de una elevación ahora sumergida, lo que vemos es un anillo de coral que protege una laguna de aguas turquesas ajenas al oleaje exterior. Las islas que coronan los arrecifes coralinos, con sus playas de arena blanca, y las palmeras intentando mojarse la melena, son una de las imágenes que el subconsciente relaciona con el paraíso. Esta es la geografía típica del Pacífico.
Y como comentaba en la crónica anterior, aunque Chuuk es un atolón gigante, todavía a medio hundir, su arrecife tiene muchas de estas islas de náufrago a las que escaparte del ajetreo de Weno. A pesar de lo idílico que pueda parecer, todas tienen dueño, así que tras pedirle permiso, sólo necesitas una barca para cambiar de mundo.
Habíamos quedado a las 8, pero eran las 9 cuando todavía estábamos preparando la ensaladilla. No llevaba ni dos semanas aquí y todavía no me había acostumbrado al horario de Micronesia. Mi impaciencia por llegar a Angenimen, la isla a la que íbamos de picnic, me hizo ser el primero en estar listo, cosa no muy habitual. El ambiente en la orilla era como cuando quedas con los amigos para ir de costillada. “¿Dónde metemos esto? ¿Qué coches llevamos?...” Pero el idioma era Chukés, y en vez de coches, había motoras.
Cuando nos ponemos en marcha empiezan los piques entre las distintas motoras, y sin darte cuenta la gran Weno se ha convertido en poco más que una ondulación verde sobre el horizonte. Entonces me asalta la duda natural de un aragonés del secano fuera de su medio: ¿Cómo saben a dónde vamos, si estamos rodeados de mar por todos los lados? ¿Y esta barquita no se volcará? Pero en seguida aparece un punto por la proa, y al poco se pueden distinguir las palmeras recortándose en el horizonte. Tierra ¡Tierra! ¡Una isla! Para mí la sensación era como si la tuviera un náufrago agarrado al barril tras días a la deriva. Que bonita visión. Al acercarnos no podía ocultar mi cara de embobado. Y como fondo las olas del mar abierto rompiendo contra el arrecife, poniéndole la música. Sólo faltaba la nativa con el collar de flores esperando en la playa.
Y al echar pie a tierra… chof, los pantalones mojados y vuelta al mundo real. No sé de dónde salió la maldita expresión, porque en estas latitudes siempre acabas con agua hasta la rodilla cuando sales de la barca. Pero no importaba. Habíamos llegado a la isla. Tras ayudar a descargar nos distribuimos las faenas. Unos se fueron a pescar, otros a preparar el fuego, otros a masticar betel, y yo, a explorar la isla. Era sábado, así que si encontraba algún indígena perdido ya sabía que nombre ponerle.
Como la vegetación era espesa, decidí bordearla primero. Mi presencia espantaba a los cangrejos ermitaños de los cocos caídos en la playa. Me sentía el primero en pisar esa arena blanca en mucho tiempo, hasta que al bordear un pequeño manglar algo raro se deja oír entre las olas que rompen. Unos pocos pasos más bastaron para darme cuenta de que aquí también hay que compartir los buenos sitios de picnic. Un par de barcas estaban amarradas en esta parte de la isla, y ni con los meses hubiera podido ponerles nombres a todos los sonrientes chukeses.
Más me hubiera valido quedarme en el otro lado, y pensar que somos los únicos en la isla. Siempre tenemos que ser los europeos los que vamos a molestar (aunque nosotros decimos descubrir) el quehacer cotidiano de los paisanos del lugar que toque. Si al menos hubieran traído a Halle Berry de invitada, quizás en su vuelta de reconocimiento hubiera aparecido en la playa a la que llegamos nosotros, y entonces yo hubiera empezado a creer en enanitos verdes y en genios de la lámpara.
Al volver me encontré con que estaba empezando el aperitivo. En el fuego se estaban terminando de asar algunas de esas conchas que la gente tiene de decoración en las estanterías, mientras una especie de ostras de colores se aliñaban crudas con lima para los impacientes. En la orilla, con unas conchas estaban quitando las escamas a peces de colores de los que salían en los reportajes de Cousteau. Todo recién cogido. Unos cayeron crudos y otros pasaron por la brasa. Casi no hacía falta haber traído nada de casa. La comida transcurrió entre risas, motivadas en parte por mi frustrado descubrimiento, mientras comíamos con los dedos, distribuidos por el suelo al estilo isleño. Para el postre se siguió el estilo USA, y de repente apareció de algún sitio un cubo de helado. Por un momento vi algo positivo en esto de la globalización.
Siguiendo el estilo mediterráneo, me prepare a la sombra un lecho de hojas de palmera para la siesta, pero advertido de no estar directamente debajo de ningún coco. Cuando al despertar me puse las gafas para bucear me parecía estar todavía soñando. El verde que domina la vegetación terrestre, es el color que más costaba encontrar bajo el agua. Naranjas, rosas, azules, amarillos… Los peces te rodean y juegan contigo, o te observan tímidos protegidos por los tentáculos de las anémonas. El tiempo se paró, y tuvieron que venir a buscarme para decirme que nos volvíamos.
La isla de Pisar está un poco más lejos, en la parte sur del arrecife. Es pequeña, casi de juguete, con apenas doscientos metros de longitud y unos setenta de anchura. El suelo es de arena blanca en la que crecen las palmeras justas para dar sombra, colgar las hamacas y la red de voleyball. Hay un par de cabañas, y los profesores del colegio habíamos decidido ir a pasar el fin de semana para reponer fuerzas a mitad de este segundo semestre.
Desde que empezamos a cargar las motoras empezó una tormenta tropical que en España hubiera cancelado la excursión. Acá nadie se inmuta. Simplemente cubres el equipaje un poco y deseas que salga el sol para secarte. Al alejarnos de la orilla botábamos con las olas sobre el suelo de la barca bajo una lluvia intensa rodeados de un oscuro gris que escondía el horizonte. No se veía nada a más de veinte metros. Esta vez confiaba en la destreza de Rutton, y a pesar de estar calado, no iba preocupado.
A mitad de camino aflojó un poco y pudimos ver que pasábamos junto a islitas de cómic, con sólo un par de palmeras, y junto a otra más grande con un oxidado bote encallado, que supongo actuará de señal de “recuerde” para pilotos temerarios. Pero nos preocupaba más el nubarrón que estaba a nuestra proa, y pronto nos volvimos a meter en otro chaparrón. Aunque llovía, el agua que corría por mi cara sabía salada, como si alguien jugara a tirar cubos a la barca. Hasta la ropa interior chorreaba. El silencio de nuestros rostros reflejaba que estaba siendo un viaje duro y más largo de lo previsto. Y de repente, ni que si estuviera preparado, fue dejar de llover y aparecer ante nosotros la isla deslumbrante, como la Meca deseada iluminada por un foco sobre el escenario de las olas azules coronadas de blanca espuma.
La mitad del claustro son norteamericanos, y la intendencia lo reflejaba perfectamente. Teníamos en la pequeña isla todos los productos que se pueden comprar en Weno. Tres clases de cereales para desayunar, zumos, galletas de todos los sabores, salsas para aliñar la carne, latas de bebida para reventar, queso para untar los nachos, vino para la cena… Hasta trajeron un portátil para poder ver una película por la noche. Los reñidos partidos de voley sobre la arena blanca, las sesiones de trabajo o las siestas en la hamaca se diluyen ante el recuerdo de la comida.
Estaba en una isla de náufrago, pero tenía todas las comodidades en uno de esos sitios de postal, de los que dices “¿iré algún día aquí?”. Estaba realizando un sueño, era consciente de ello, y lo estaba disfrutando con todos los sentidos. Pero todavía me quedaba una sorpresa por descubrir, algo que nunca había leído en las novelas: bucear en el arrecife de coral iluminado tan sólo por la luna llena, una de las mejores sensaciones desde que llegué a Chuuk.
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